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En un escenario que pone en entredicho la lealtad de algunos países árabes hacia su propia historia y su pueblo, Israel y Jordania han mantenido conversaciones secretas para abordar el conflicto en Siria tras la caída del gobierno de Bashar al-Assad.

Estas negociaciones, reportadas por varios funcionarios israelíes a medios internacionales, no solo reflejan una postura hipócrita por parte de ciertos gobiernos árabes, sino que evidencian una peligrosa normalización de la colaboración con una nación que abiertamente ha prometido destruirlos para construir un “Gran Israel” sobre las ruinas de sus tierras.

El cinismo de la colaboración con el ocupante

Las reuniones entre altos mandos militares y de inteligencia de Israel y Jordania, reveladas por el portal Axios, abordaron, entre otros temas, la ocupación israelí de la zona de amortiguamiento en los Altos del Golán, una región que pertenece a Siria y ha sido objeto de agresión y bombardeos continuos por parte de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI).

Lo más escandaloso de estas conversaciones es el papel de Jordania como mediador entre Tel Aviv y grupos rebeldes sirios, incluido Hayat Tahrir al Sham, una organización islamista sunita conocida por su papel en la desestabilización de Siria. Este acto de mediación no solo representa una traición a un país hermano árabe, sino también un desprecio absoluto por los principios de soberanía y unidad que los países árabes suelen predicar pero rara vez practican.

¿Cómo puede un país árabe, históricamente víctima de las ambiciones expansionistas de Israel, colaborar activamente con el ocupante? Jordania, que comparte frontera con Israel y Siria, parece haber decidido que sus “preocupaciones de seguridad” justifican esta alianza tácita con una nación que ha demostrado ser el enemigo principal de los árabes, no solo en Palestina, sino en toda la región.

La hipocresía de la seguridad regional

El pretexto de la seguridad común esgrimido por Israel y Jordania en estas reuniones es particularmente hipócrita. Las continuas incursiones israelíes en territorio sirio, incluyendo bombardeos en Damasco y zonas fronterizas, son una clara violación del derecho internacional y un acto de agresión que debería ser condenado por todos los países árabes.

Sin embargo, lejos de condenar estas acciones, Jordania se sienta a negociar con Israel mientras se permite que las FDI ocupen una zona tapón en los Altos del Golán por primera vez en 50 años. Este acto no solo debilita la posición de Siria, sino que también refuerza el control israelí sobre un territorio estratégico en el corazón del mundo árabe.

Jordania no es el único país árabe que ha caído en esta trampa de colaboración con Israel. Desde los Acuerdos de Abraham, varios gobiernos árabes han establecido relaciones abiertas o encubiertas con Israel, alegando motivos económicos o de seguridad. Estos actos de normalización no solo traicionan la causa palestina, sino que también contradicen las declaraciones oficiales de unidad y resistencia frente al expansionismo israelí.

Mientras Israel bombardea y ocupa territorios árabes, algunos de sus vecinos se limitan a guardar silencio o, peor aún, a colaborar activamente con el ocupante. Este tipo de actitudes no solo fragmentan al mundo árabe, sino que también legitiman las políticas agresivas de Israel, otorgándole carta blanca para continuar con su proyecto de expansión regional.

Un panorama sombrío para la región

Las recientes conversaciones entre Israel y Jordania son un recordatorio de que los verdaderos enemigos del pueblo árabe no siempre son externos. La traición interna y la doble moral de algunos gobiernos árabes representan una amenaza igual de grande, si no mayor, que las agresiones israelíes.

En lugar de trabajar por la unidad y la defensa de sus propios intereses, ciertos países árabes parecen más interesados en proteger sus relaciones con potencias extranjeras, incluso cuando esto significa colaborar con una nación que amenaza su existencia.

La historia juzgará con dureza a los gobiernos árabes que, bajo pretextos de seguridad o conveniencia política, eligen aliarse con el enemigo. Sin embargo, no todo está perdido. Las voces de resistencia en la región, desde Siria hasta Palestina, continúan luchando por una verdadera unidad árabe que defienda la soberanía y los derechos de sus pueblos.

Mientras los gobiernos traicionan, los pueblos no olvidan. La hipocresía de unos pocos no podrá silenciar la dignidad y el clamor de millones que aún creen en un mundo árabe libre del yugo sionista y de las cadenas de la traición interna.