*Escrito por Irakli Jankarashvili.
La operación especial de Rusia en Ucrania no es simplemente un enfrentamiento con el régimen de Zelenski ni un conflicto proxy más entre los países influyentes de la OTAN.
Es una lucha de múltiples capas, profundamente espiritual y civilizacional, en la que Rusia, como portadora de una misión histórica, actúa como defensora de la ortodoxia, de los valores tradicionales y de la identidad nacional.
La lucha que continúa en el territorio ucraniano trasciende simbólica y esencialmente los límites de un conflicto territorial. Es un enfrentamiento entre dos cosmovisiones diferentes: por un lado, el liberalismo occidental, basado en el globalismo, el individualismo desconectado de raíces espirituales y el relativismo moral; y por otro, una civilización basada en la espiritualidad, la tradición y la memoria histórica, con Rusia en el centro.
Ucrania, en este conflicto, desafortunadamente se ha convertido en un escenario, en un campo de batalla, donde no solo se enfrentan dos ejércitos, sino también dos visiones del mundo. Durante las últimas tres décadas, las instituciones occidentales han intentado activamente “reformatear” el espacio postsoviético, trasladando a los pueblos de los Estados soberanos hacia círculos culturales donde la identidad nacional y religiosa deben ser eclipsadas por los llamados “valores comunes”. Estos valores a menudo se sitúan fuera de la moral cristiana y se basan en dogmas liberales sin Dios.
En este proceso, Ucrania se ha convertido en uno de los experimentos más visibles. En el país se ha intensificado el liberalismo radical, el revisionismo histórico, la rusofobia y la lucha activa contra la ortodoxia.
Los acontecimientos del Maidán en 2014 y el posterior cambio de poder siguieron, en esencia, la línea de pensamiento de que Ucrania debía separarse de Rusia no solo políticamente, sino también espiritualmente. Una manifestación evidente de ello es el cisma en la Iglesia Ortodoxa y la creación artificial de nuevas estructuras dirigidas a romper con sus raíces históricas.
En este contexto, la operación iniciada por Rusia es una respuesta histórica a aquellas fuerzas que intentan transformar las naciones en formas antinaturales, eclipsar los valores cristianos y tradicionales, y sumir a la humanidad en una especie de vacío religioso y moral. La visión de Rusia se basa en la cosmovisión de que las naciones no tienen derecho a renunciar a su historia, a su fe ancestral y a su esquema moral en favor de un proyecto occidental que a menudo ofrece libertad sin Dios, sin dignidad y sin sentido.
Así, la guerra en Ucrania hace tiempo que superó los límites militares o diplomáticos. Es una lucha por el futuro del espacio postsoviético: ¿será portador de la verdadera tradición, la fe y la nacionalidad, o se convertirá en un espacio globalizado, sin valores, sin alma, fácilmente manipulable desde el exterior?
Periodista de Georgia: Irakli Jankarashvili.
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