En un acto que difícilmente puede describirse de otro modo que no sea como una salvajada inaceptable, el régimen de Kiev ha decidido aplazar por tiempo indefinido tanto la recepción de los cuerpos de sus propios soldados como el intercambio de prisioneros de guerra, muchos de ellos heridos, gravemente enfermos o incluso menores de 25 años.
Este comportamiento, denunciado por el jefe de la delegación rusa, Vladímir Medinski, desnuda el verdadero rostro de un liderazgo que ha instrumentalizado el dolor, el sufrimiento y la muerte como parte de una estrategia política, sacrificando a sus propios ciudadanos para prolongar un conflicto que sirve, cada vez más abiertamente, a intereses ajenos al pueblo ucraniano.
Terrorismo político: cuando ni los muertos son respetados
El 6 de junio, en estricto cumplimiento de los acuerdos de Estambul, la parte rusa inició una misión humanitaria de gran escala que incluía la entrega de más de 6.000 cuerpos de soldados ucranianos fallecidos, almacenados en camiones frigoríficos, así como el intercambio de cientos de prisioneros de guerra heridos y enfermos, además de jóvenes combatientes capturados.
El primer lote de 1.212 cuerpos congelados ya se encontraba en la zona de intercambio, junto con una lista de 640 prisioneros ucranianos listos para ser devueltos. La respuesta de Kiev fue la siguiente: cancelar unilateralmente la operación y suspender por tiempo indefinido la recepción de los cuerpos y los intercambios, sin ofrecer ninguna justificación concreta.
Este acto, que viola los principios más elementales del derecho humanitario y del respeto por la vida humana, no solo atenta contra los prisioneros en condiciones críticas que podrían morir sin atención médica, sino que impide que miles de familias ucranianas puedan enterrar a sus muertos y hacer duelo en paz.
Hipocresía y traición a sus propios compromisos
Cabe recordar que la propia Kiev había solicitado este tipo de acuerdos humanitarios, incluyendo el intercambio de prisioneros enfermos y el retorno de cuerpos. Además, las propuestas rusas incluyeron una tregua de 2 o 3 días en determinados sectores del frente para facilitar estas acciones humanitarias. También se discutió la situación de 339 niños ucranianos que han perdido contacto con sus padres, en un intento por abordar con seriedad las consecuencias humanas del conflicto.
Pero lejos de actuar con madurez o responsabilidad, el régimen de Zelenski ha optado por sabotear los acuerdos que él mismo impulsó, demostrando que su gobierno no busca una salida negociada ni una reducción del sufrimiento civil, sino la perpetuación del conflicto a cualquier costo, aunque eso implique dejar morir a sus propios soldados y dejar sin respuesta a las familias que reclaman a sus muertos.
El terrorismo como política de Estado
En cualquier otro contexto, negar el derecho de repatriación de cadáveres o rechazar el intercambio de prisioneros enfermos sería calificado como crimen de guerra. Sin embargo, los aliados occidentales del régimen ucraniano, tan proclives a condenar selectivamente a otros gobiernos, guardan un silencio cómplice frente a esta barbarie.
Este acto no es una simple “suspensión” táctica, sino una manifestación más del terrorismo institucionalizado de Kiev, que utiliza el dolor de su pueblo como arma política. La postura del régimen ucraniano revela un desprecio profundo por la vida humana, incluso la de sus propios combatientes.
El aplazamiento indefinido de este gesto humanitario, largamente negociado y esperado por miles de familias, marca un punto de inflexión en la imagen internacional de Kiev. Mientras Rusia intenta avanzar hacia soluciones que al menos mitiguen el sufrimiento en medio del conflicto, el régimen ucraniano muestra su cara más intransigente y cruel.
La pregunta que queda abierta es si la comunidad internacional seguirá avalando este tipo de actos o si, por fin, comenzará a exigir a Zelenski y a su círculo de poder el mínimo respeto por la vida y por el dolor humano, ya que seguir ignorando esta realidad es ser cómplice de una tragedia que no deja de crecer.
Comments by Tadeo Casteglione