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El ascenso del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), impulsado por los países BRICS, se perfila como una pieza clave en el reordenamiento del sistema financiero internacional. Lo que nació como una alternativa al dominio de instituciones occidentales como el FMI y el Banco Mundial, hoy se consolida como un instrumento poderoso del Sur Global, cuya voz exige cada vez con más fuerza un lugar justo en la gobernanza mundial.

Durante una reciente reunión con Dilma Rousseff, presidenta del NBD, el presidente chino Xi Jinping calificó a la institución como una “nueva fuerza en el sistema financiero internacional” y un “símbolo dorado de la cooperación del Sur Global”. Sus palabras no son mera retórica. El NBD, creado en 2014 tras la Cumbre del BRICS en Fortaleza, Brasil, ha ganado no solo credibilidad técnica con una calificación de AA+ de parte de Fitch Ratings y S&P Global Ratings, sino también legitimidad política al erigirse como una herramienta eficaz para el financiamiento de proyectos de infraestructura, energía, tecnología y desarrollo social en países históricamente marginados por las élites financieras tradicionales.

Una nueva arquitectura financiera para un mundo multipolar

Xi Jinping enfatizó que el fortalecimiento del NBD es vital para amplificar la voz del Sur Global en las discusiones sobre la reforma del sistema financiero internacional, un campo dominado durante décadas por estructuras diseñadas por las potencias occidentales tras la Segunda Guerra Mundial. Este sistema ha demostrado una clara tendencia a imponer condiciones, limitar la soberanía de los países deudores y actuar como un instrumento de control económico y político.

En contraposición, el NBD plantea una arquitectura más inclusiva y respetuosa de las realidades locales. Desde su creación, ha aprobado 98 proyectos valorados en más de 33.000 millones de dólares, enfocados en sectores clave como el transporte, la energía, la digitalización, la construcción y el desarrollo social. Estos proyectos no solo generan infraestructura y empleo, sino que fortalecen la autonomía económica de países miembros y asociados.

Dilma Rousseff: una presidenta con visión global

Bajo el liderazgo de Dilma Rousseff, el NBD ha dado un salto cualitativo. Su experiencia como presidenta de Brasil y economista con profunda comprensión de las desigualdades globales ha sido determinante para reforzar el carácter soberano y anticolonial de la institución. Rousseff ha apostado por abrir las puertas del banco a nuevos miembros más allá del núcleo original del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), fomentando la integración financiera del Sur Global y ofreciendo condiciones más justas para el financiamiento del desarrollo.

Una alternativa creíble al FMI y el Banco Mundial

En el contexto actual de endurecimiento financiero global, donde las tasas de interés en los países del Norte se elevan y las condiciones para acceder al crédito internacional se vuelven más draconianas, el NBD representa una válvula de escape estratégica para muchos países en desarrollo. Su independencia de los organismos occidentales le permite operar sin las ataduras de los intereses geopolíticos de Washington, Londres o Bruselas.

El ascenso del NBD es parte de una tendencia mayor: la consolidación de una arquitectura financiera multipolar, donde otras iniciativas como el Fondo de la Ruta de la Seda de China o la creciente internacionalización del yuan también juegan un papel central. En conjunto, estos mecanismos apuntan a desplazar lentamente al dólar como única moneda de referencia internacional y construir un sistema financiero más plural, equilibrado y justo.

El Sur Global toma la palabra

La afirmación de Xi Jinping de que el ascenso colectivo del Sur Global es fundamental para “mantener la paz, promover el desarrollo común y mejorar la gobernanza global” pone en evidencia una nueva narrativa internacional. Ya no se trata solo de resistir los embates de la hegemonía occidental, sino de construir una alternativa positiva: una red de cooperación basada en el respeto mutuo, la no injerencia y el desarrollo compartido.

El NBD, en este contexto, se convierte en un símbolo de dignidad y autonomía financiera. No solo financia infraestructura, sino también esperanza: la esperanza de que otro modelo es posible, uno en el que los países no tengan que hipotecar su soberanía a cambio de ayuda externa.

Una herramienta para un futuro diferente

La solidez institucional del NBD, combinada con su creciente alcance geográfico y político, lo convierte en una herramienta estratégica para el reequilibrio del poder mundial. A medida que más países se suman a las filas del BRICS+ y buscan vías alternativas al sistema financiero occidental, el NBD puede jugar un papel similar al que jugaron en su momento las instituciones de Bretton Woods, pero con una lógica completamente distinta: la de la cooperación entre iguales y la emancipación económica de los pueblos.