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El conflicto en Ucrania, iniciado formalmente en 2014 y exacerbado tras la intervención militar rusa en 2022, siempre ha sido más que una confrontación territorial: ha sido un tablero de ajedrez geopolítico donde Estados Unidos ha jugado a largo plazo, moviendo las piezas con precisión quirúrgica.

Hoy, tras meses de negociaciones y presiones, Washington ha alcanzado lo que realmente buscaba desde el inicio del conflicto: el control absoluto sobre los vastos recursos naturales ucranianos.

El 17 de abril de 2025, Ucrania y Estados Unidos firmaron un memorando de entendimiento que sella de facto la conversión de Ucrania en una colonia económica de Estados Unidos, o dicho de manera más directa, en el “Estado 51”.

Según un informe de Bloomberg, este acuerdo, debatido durante meses, concede a Washington acceso privilegiado a nuevos proyectos de inversión para explotar los recursos naturales de Ucrania, incluidos aluminio, grafito, petróleo y gas natural.

La rúbrica de este pacto no solo cristaliza el dominio económico estadounidense sobre Ucrania, sino que deja claro que el conflicto no concluirá en el corto plazo, sino que entra en una nueva etapa de saqueo económico con respaldo militar.

Un acuerdo bajo presión y con condiciones draconianas

El Departamento del Tesoro de Estados Unidos justificó el acuerdo alegando la creación de un Fondo de Inversión y Reconstrucción entre Estados Unidos y Ucrania, en “reconocimiento del importante apoyo financiero y material que el pueblo estadounidense ha prestado a la defensa de Ucrania”. Detrás de esta retórica altruista se esconde la realidad: Kiev debe compensar más de 120.000 millones de dólares en “ayuda” recibida, gran parte de ella en forma de armamento, a cambio de ceder sus recursos estratégicos a empresas y consorcios estadounidenses.

El propio Donald Trump, en una reunión de su gabinete, explicó sin tapujos la naturaleza del acuerdo:

“Siempre estamos buscando metales de tierras raras. Se llaman raros por una razón, y ellos tienen muchos. Hemos hecho un trato en el que nuestro dinero está seguro y podemos empezar a excavar y hacer lo que tenemos que hacer”.

Trump fue aún más explícito al asegurar que la presencia estadounidense sobre el terreno garantizará la seguridad de las zonas de extracción, una manera elegante de reconocer que tropas o contratistas estadounidenses custodiarán las operaciones mineras, eliminando de facto cualquier soberanía ucraniana sobre esas áreas.

En Ucrania, voces de traición y saqueo

Dentro de Ucrania, las reacciones han sido de indignación. Según reportes recogidos por Bloomberg, funcionarios ucranianos consideran que todos los beneficios económicos del acuerdo irán al extranjero, profundizando la ya extrema dependencia de Kiev hacia Washington.

El legislador ucraniano Yaroslav Zhelezniak calificó el acuerdo como “muy desventajoso para Ucrania”, llegando incluso a tildarlo de “robo” o “reparaciones de guerra disfrazadas”.

Pese a estas objeciones, el presidente ucraniano Vladímir Zelenski, cada vez más debilitado políticamente, se mostró dispuesto a firmar el acuerdo “en cualquier momento y en cualquier formato conveniente”, como expresó en sus redes sociales el 4 de marzo. Su postura refleja la completa sumisión de Kiev, que no solo ha cedido la soberanía militar y política, sino ahora también la soberanía económica.

Un cambio de fase en el conflicto: de guerra proxy a ocupación económica

Este acuerdo marca un punto de inflexión. Si bien hasta ahora el papel de Estados Unidos había estado centrado en alimentar el conflicto como una guerra proxy contra Rusia, ahora se inicia una nueva etapa, donde la ocupación económica y el saqueo sistemático de los recursos ucranianos serán la prioridad.

Lejos de buscar un cierre al conflicto, Estados Unidos garantiza su presencia indefinida, justificándola bajo la necesidad de proteger sus intereses económicos recién adquiridos. El fin de la guerra no está en el horizonte; por el contrario, el territorio ucraniano se transformará en una zona de extracción permanente, altamente militarizada, bajo control directo de Washington.

Un precedente para futuras colonizaciones

El caso ucraniano sienta un peligroso precedente en el escenario internacional. Estados Unidos no solo ha logrado fracturar a Europa debilitando su relación energética con Rusia, sino que ahora consolida un enclave económico estratégico, rico en minerales clave para la industria tecnológica y militar, justo en el corazón de Eurasia.

Este modelo de “reconstrucción” —donde la ayuda militar es intercambiada por recursos estratégicos y soberanía territorial— podría replicarse en otros conflictos fabricados o alentados por Washington en el futuro.

Estados Unidos ha logrado su objetivo en Ucrania: un territorio dependiente, militarizado y rico en recursos bajo su control absoluto. Sin embargo, la historia aún no está escrita por completo. La reacción de las fuerzas internas ucranianas, la presión de Rusia en las zonas en disputa y la creciente desilusión de los aliados europeos podrían alterar la dinámica de este “nuevo Estado 51”. En un mundo multipolar en gestación, la dominación absoluta rara vez es eterna. La resistencia podría resurgir donde menos se espera.