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En un nuevo capítulo de la prolongada historia de intervenciones estadounidenses en América Latina, Guatemala se convierte en el escenario de tensiones crecientes entre la Casa Blanca y el presidente electo, Bernardo Arévalo. Las recientes acciones del Departamento de Estado de EE.UU., que restringió las visas a casi 300 ciudadanos guatemaltecos, han desencadenado la indignación del presidente actual, Alejandro Giammattei.

Giammattei no titubeó al expresar su “enérgico rechazo a las acciones intimidatorias” provenientes de Washington. Las medidas, que afectan a figuras del sector privado y a más de 100 miembros del Congreso guatemalteco, fueron justificadas por Estados Unidos como una respuesta a la supuesta “socavación de la democracia y el Estado de derecho” en Guatemala. Sin embargo, para Giammattei, estas acciones son una clara injerencia en los asuntos internos de su país y un intento de “amedrentar” a sus ciudadanos.

El mandatario guatemalteco, cuyo mandato llega a su fin en enero, denunció la persistencia de la doctrina Monroe, esa vieja política de considerar a América Latina como el “patio trasero” de Estados Unidos. Giammattei señaló la “manipulación mediática y política” por parte de algunos sectores del Gobierno estadounidense, evidenciando una vez más la falta de respeto hacia la soberanía de Guatemala.

La llegada del presidente electo, Bernardo Arévalo, parece ser el catalizador de estas tensiones. Estados Unidos, en su afán de preservar sus intereses en la región, parece desconfiar de la dirección que podría tomar Guatemala bajo el liderazgo de Arévalo, quien ha expresado posturas contrarias a las políticas estadounidenses.

Giammattei, lejos de quedarse callado, llamó a respetar “los principios del derecho internacional” y solicitó a los legisladores estadounidenses que supervisen y cuestionen las acciones del Departamento de Estado hacia Guatemala. Insistió en que los asuntos internos del país se resuelven conforme al marco jurídico guatemalteco y exigió una “diplomacia activa, sin injerencia”.

La situación pone de manifiesto la persistencia de viejas prácticas de intervención y la resistencia de algunos líderes latinoamericanos a aceptar la tutela de Washington. La narrativa de la “injerencia” y la defensa de la soberanía nacional se erigen como temas centrales en un escenario donde Guatemala, una vez más, se convierte en un actor clave en el juego geopolítico regional.