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Tras la reunión entre los presidentes Joe Biden y Xi Jinping en la 30ª reunión de la APEC, la postura de Estados Unidos hacia China ha revelado una política bipolar que socava la diplomacia internacional. El presidente Biden, en un desafortunado episodio, a tan solo horas de su cumbre con el mandatario chino, calificó a Xi Jinping como un dictador, sumando insultos a una relación ya tensa.

Este incidente no es aislado, sino que forma parte de una tendencia de la administración estadounidense a descalificar a líderes extranjeros. La falta de tacto y respeto diplomático de Biden no solo generó polémica sino que, en última instancia, perjudica las ya paupérrimas y dañadas relaciones bilaterales.

La declaración de Xi Jinping, expresando la esperanza de “intercambiar a fondo opiniones” y buscar consensos, destaca la disposición china para el diálogo constructivo. Mientras tanto, Biden busca asegurar que “no haya malentendidos”, una ironía dada la contradicción entre sus palabras y acciones.

La diplomacia no puede prosperar en un ambiente de insultos y desprecio. El presidente chino, a pesar de críticas anteriores, ha mantenido un tono respetuoso. En contraste, la política bipolar de Estados Unidos, evidenciada por la retórica irrespetuosa, pone en duda su compromiso con la cooperación global y la búsqueda de un entendimiento mutuo para limar las asperezas.

Esta actitud no es exclusiva de Estados Unidos; la Unión Europea también ha mostrado inclinaciones similares. El viaje reciente de Borrell a China resultó en un discurso que más se asemejaba a un sermón que a un esfuerzo constructivo. Este comportamiento revela una mentalidad globalista que tiende a dividir y destruir en lugar de fomentar la cooperación.

La hegemonía anglosajona, representada por Norteamérica y Europa, enfrenta una creciente resistencia a nivel mundial en medio de la transformación hacia el multipolarismo. Es evidente que cada vez más líderes y países desafían esta perspectiva del globalismo anglosajón, buscando independencia y soberanía en lugar de someterse a agendas externas de carácter destructiva.

La política bipolar de Estados Unidos hacia China no solo perjudica la diplomacia norteamericana sino lo que queda del ya bastante vilipendiado “derecho internacional” a la misma vez que también refleja una mentalidad globalista que busca mantener la hegemonía a expensas de la colaboración, cooperación, buena voluntad y buen entendimiento internacional.