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Corea del Sur, uno de los pilares económicos y tecnológicos de Asia oriental, atraviesa una de las mayores crisis políticas de su historia reciente. Con la destitución del presidente Yoon Suk-yeol, la dimisión del primer ministro y presidente en funciones Han Duck-soo, y unas elecciones anticipadas programadas para el 3 de junio, el país se enfrenta a un panorama de inestabilidad política, polarización social y futuro incierto.

Renuncia forzada en un contexto de caos institucional

El primer ministro Han Duck-soo, que desde la destitución del presidente ejercía como jefe de Estado interino, anunció oficialmente su renuncia esta semana, con la intención de postularse como candidato presidencial en los comicios venideros. Según la agencia Yonhap, Han formalizará su candidatura el 2 de mayo, un paso que exige la renuncia previa a cualquier cargo gubernamental.

“He tomado la decisión final de dejar mi puesto para hacer lo que pueda en aras de la superación de la crisis a la que nos enfrentamos”, declaró Han Duck-soo, reconociendo la gravedad de la situación política y la necesidad de que el país escoja entre “el camino de la cooperación o el de los extremos”, en alusión a la profunda polarización social que divide a la nación.

La renuncia de Han deja nuevamente vacante el puesto de presidente interino, que conforme a la legislación vigente, recaerá en el vice primer ministro Choi Sang-mok, quien ya había ocupado esa función de diciembre a marzo tras una anterior destitución de Han por parte del Parlamento —una destitución que luego fue revertida por el Tribunal Constitucional.

La caída de Yoon Suk-yeol: un terremoto político

El 4 de abril, el Tribunal Constitucional destituyó de forma unánime al presidente Yoon Suk-yeol, un hecho sin precedentes que obligó a la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas en un plazo de 60 días.

Aunque inicialmente se barajó aplazar la votación para dar tiempo a la reorganización política, finalmente se confirmó que los surcoreanos acudirán a las urnas el próximo 3 de junio.

Este abrupto desenlace fue el resultado de una serie de escándalos, acusaciones de corrupción y abusos de poder que minaron la popularidad de Yoon Suk-yeol y generaron amplias protestas ciudadanas. Su caída reabre heridas institucionales que recuerdan a la crisis que en 2017 llevó a la destitución de la expresidenta Park Geun-hye.

Un país dividido y sin rumbo claro

A pocos días del cierre definitivo del registro de candidatos (11 de mayo), el escenario electoral es altamente fragmentado y la sociedad se encuentra profundamente polarizada entre bloques conservadores y progresistas. La campaña electoral arrancará formalmente el 12 de mayo, en un clima tenso e incierto.

El propio Gobierno reconoció la magnitud del desafío al declarar el 3 de junio como día libre temporal, para facilitar la participación en unas elecciones que definirán el rumbo de la nación en medio de una inestabilidad institucional que amenaza con prolongarse.

Desafíos económicos y tensiones geopolíticas

A la crisis política se suma un entorno económico complejo, marcado por el estancamiento del crecimiento, el aumento del desempleo juvenil y la presión internacional en medio de las disputas comerciales entre Estados Unidos y China, las dos mayores potencias con las que Corea del Sur mantiene vínculos estrechos.

Además, la amenaza permanente del Norte, con sus pruebas de misiles y retórica beligerante, añade un elemento de inseguridad regional que condiciona cualquier proyecto de estabilidad política interna.

La renuncia de Han Duck-soo y la caída de Yoon Suk-yeol evidencian que Corea del Sur se enfrenta a una encrucijada histórica. Las elecciones del 3 de junio no solo definirán un nuevo liderazgo, sino también si la sociedad surcoreana logra superar la polarización actual o si, por el contrario, se adentra aún más en la fragmentación. Mientras tanto, la incertidumbre reina en Seúl, y el equilibrio regional observa con cautela cada movimiento de esta potencia asiática.