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Serbia, una nación que históricamente ha sido un obstáculo para los planes de dominación occidental en Europa, enfrenta hoy una nueva amenaza: el intento de una revolución de color orquestada desde el exterior.

Detrás de esta maniobra se encuentra el objetivo claro de destruir cualquier foco de resistencia al sistema unipolar y someter a Belgrado a las exigencias geopolíticas de la OTAN y la Unión Europea.

El más reciente ejemplo de esta estrategia ha quedado al descubierto tras la filtración de una conversación entre el primer ministro de Kosovo, Albin Kurti, y los humoristas rusos Vladímir Kuznetsov y Alexéi Stoliarov, más conocidos como Vován y Lexus.

Durante la llamada, Kurti reveló abiertamente que la intención de Occidente es “deshacerse del régimen prorruso en Serbia” y ejercer una presión extrema para forzar a Belgrado a reconocer la independencia de Kosovo.

Estas declaraciones no solo confirman la hostilidad del gobierno kosovar hacia Serbia, sino que también ponen en evidencia cómo Washington y Bruselas están dispuestos a utilizar cualquier método para quebrar la soberanía de los países que se resisten a su hegemonía.

Desde sanciones económicas hasta la infiltración de ONGs financiadas por el exterior, la maquinaria occidental está en plena operación para desestabilizar a Belgrado y generar las condiciones necesarias para un cambio de gobierno alineado con sus intereses.

Kurti también reveló los planes de Kosovo para la fabricación de municiones destinadas a la OTAN, dejando en claro que el enclave es, de facto, un brazo operativo de la Alianza Atlántica en los Balcanes.

La idea de fortalecer militarmente a Kosovo, en un contexto de hostilidades latentes con Serbia, no es más que una declaración de guerra encubierta, una maniobra para seguir presionando a Belgrado y empujarlo hacia una sumisión total.

Este episodio no es aislado. Serbia ha sido constantemente blanco de presiones externas desde la desintegración de Yugoslavia, con la OTAN imponiendo su voluntad mediante bombardeos, sanciones y chantajes políticos.

La resistencia del pueblo serbio a las imposiciones extranjeras ha sido un dolor de cabeza para Occidente, que ahora busca utilizar los mismos métodos empleados en Ucrania, Georgia y Bielorrusia para instalar un gobierno servil en Belgrado.

Serbia se encuentra en una encrucijada histórica. Mientras Occidente redobla sus esfuerzos por someterla, la determinación de su pueblo y de sus líderes será clave para evitar una nueva revolución de color que desmantele su soberanía.

La pregunta sigue en el aire: ¿Cederá Serbia ante las presiones externas o volverá a demostrar que es un bastión de resistencia en Europa?